martes, 18 de junio de 2013

¿AUDIENCIA FIABLE?


Las personas que forman parte del mundo de la televisión y aquellos a los que nos gustaría formar parte de ella algún día recurrimos constantemente a un dato numérico llamado cuota de pantalla (o en inglés share). A la hora de trabajar y analizar el grado de seguimiento de los programas, todos, incluidos los directivos de las grandes cadenas y hasta los anunciantes publicitarios, tomamos como nuestra referencia este dato que nos facilita un aparato de nombre audímetro. Pero ¿hasta qué punto son fiables los audímetros? En el siguiente vídeo se nos explica el proceso de obtención de información.



Desde la realización de este documental el número de audímetros instalados en España se ha incrementado ligeramente hasta los 4.625. ¿Realmente 4.625 audímetros colocados en otros tantos hogares pueden representar fielmente los gustos televisivos de todo un país de 47 millones de habitantes? La respuesta más lógica sería no. Entonces ¿por qué se da tanta importancia a los datos que nos ofrecen los audímetros?

Para responder a esta última pregunta, recurriré a otra pregunta (sí, soy gallego): ¿existen otros sistemas de medición de audiencias? Sí, en concreto el Estudio General de Medios (EGM), que consiste en una serie de encuestas presenciales en las que se pregunta a los entrevistados sobre su exposición a los medios (es decir, no sólo a televisión, sino también a radio, prensa, cine e internet). En el apartado sobre televisión, el cuestionario se refiere a qué es lo que el entrevistado vio durante el día previo a la entrevista y durante el último mes.

¿Cuál es el problema del EGM? Sus resultados se publican anualmente. En realidad, el estudio se divide en tres oleadas (una en primavera, otra en otoño y una tercera en invierno) y lo que se publica es el resultado conjunto de las tres oleadas sobre el consumo de todos los medios, no sólo el de televisión. En total cada año se realizan 30.000 entrevistas presenciales por el método relatado en el párrafo anterior y, además, 13.000 entrevistas telefónicas referidas únicamente a televisión.

Además, en Cataluña tienen un tercer sistema de medición: el baròmetre de la Fundació Audiències de la Comunicació i la Cultura. Asimismo, la empresa GFK realiza una serie de estudios cualitativos para la televisión catalana, TV3, sobre la valoración de sus programas por parte de la audiencia. Cataluña, como siempre, va a otra velocidad.

Por tanto, quedándonos con el sistema audimétrico y el EGM, desde mi punto de vista los audímetros parecen más fiables: aportan datos diarios pocas horas más tarde del fin de la jornada, realizan mediciones exactas minuto a minuto y de forma electrónica (de modo que no dan lugar a engaños o a despistes por parte del entrevistado) y consideran universo de muestra a todos aquellos individuos a partir de los 4 años (mientras que para EGM la edad mínima son 14). Además, la muestra de audímetros es una de las más fiables del mundo: España es el séptimo país con más hogares con este aparato.

Pero es obvio que la audimetría se queda coja: 4.625 audímetros que representan a casi 12.000 individuos abarcan un menor porcentaje de población que el EGM con sus entrevistas. Hay que tener en cuenta también que las cuotas de pantalla están totalmente sometidas a los vaivenes “caprichosos” de un grupo reducido de individuos.

¿Cómo se podría subsanar este aspecto (aparte de con un mayor número de audímetros, claro)? Lo ideal sería que todos los aparatos de televisión contasen con un dispositivo que recogiese lo que se ve en cada hogar, con el problema de que la medición sería un acto obligatorio y no voluntario como hasta ahora que además atentaría contra las libertades del individuo.

Claramente el futuro pasa por internet. Cada vez son más los espectadores que consumen televisión a través de internet, ya sea en directo o en el servicio “a la carta”, por lo que se debe trabajar en un sistema que mida con fiabilidad la audiencia a través de la red. Y por supuesto no podemos olvidarnos de la creciente influencia de las redes sociales, especialmente Twitter. Actualmente se están testando varias experiencias de medición de audiencias a través de esta herramienta, como la de Tuitele, que informa sobre el “impacto social” (es decir, el número de comentarios en Twitter) que están generando los programas de televisión en el mismo momento en que se están emitiendo. Esto, junto con los famosos trending topics (los temas más comentados), es un método cada vez más utilizado para analizar el éxito de los programas entre el público.

No obstante, esto puede llevar a ciertas incoherencias entre lo que dicen los audímetros y lo que dicen los tuiteros: un buen ejemplo de ello es “Alaska & Mario”, un fenómeno tuitero cuyo récord histórico de audiencia según los audímetros está cifrado en un 2% de cuota de pantalla en MTV. Sin embargo, un espacio como "Hay una cosa que te quiero decir", que lleva algo más de un año otorgando a Telecinco buenos datos de audiencia en prime time, rara vez llega a ser trending topic.

Lo anterior nos lleva a lo evidente: el Twitter no es (todavía) una herramienta fiable para medir las audiencias de televisión. No todo el mundo es tuitero (según datos de junio de 2012, sólo unos 5,3 millones de personas son usuarias de Twitter en España). Esto se podría rebatir argumentando que tampoco todo el mundo tiene audímetros ni todo el mundo es encuestado para el EGM. Sin embargo, tanto la audimetría como el EGM seleccionan sus muestras a partir de una serie de rasgos sociológicos (edad, sexo, hábitat...), aspecto que los estudios de audiencia a partir del Twitter no garantizan. Además, entre los usuarios de esta red social, no todos la utilizan para comentar lo que están viendo en televisión

Asimismo, los estudios actuales acerca del "impacto social" de los programas televisivos en Twitter sólo tienen en cuenta el número de comentarios en dicha red social, pero no el número de personas que realizan comentarios (dato que ayudaría a establecer un cierto paralelismo con la medición de audiencia a través de audímetros). Rizando más el rizo, el hecho de que un tuitero utilice el hashtag de un programa televisivo no implica automáticamente que ese tuitero esté viendo el programa en cuestión.

Por tanto, la fiabilidad de los datos de audiencia a través de audímetros, EGM, Twitter... es una utopía, del mismo modo que la objetividad es una utopía en el periodismo. Sin embargo, existen diferentes gradaciones y tanto las empresas de medición de audiencias como los propios anunciantes y medios de comunicación deben seguir trabajando en la obtención de nuevas vías de medición que nos acerquen lo máximo posible a ese ideal utópico de datos cien por cien fiables. Mientras tanto, todos seguiremos tomando los datos de los audímetros como si fueran la biblia televisiva.

@BorjaNeira89

miércoles, 12 de junio de 2013

AUDIENCIA PÚBLICA Y LOS ECOS DE GRECIA


En las últimas horas la ciudadanía griega ha asistido al cierre de la Ellinikí Radiofonía Tileórasi (ERT), su radiotelevisión pública. Una noticia que cogió a todo el mundo de sorpresa a pesar de que todos sabemos la delicada situación económica que está atravesando el país heleno. Atrás quedan nada más y nada menos que 75 años de existencia que a buen seguro han generado un tesoro audiovisual sobre la historia de Grecia desde 1938.

No obstante, en las últimas horas de vida de la ERT el portavoz del Gobierno griego, Simos Kedikoglu, prometía la creación cuanto antes de una nueva empresa pública moderna, más eficiente y con menos plantilla. No dudo de las intenciones de los gobernantes griegos, pero sus promesas quedan en segundo plano ante la celeridad y la brusquedad del final de su radiotelevisión pública. Desde luego no han sido las formas.

Trasladando la cuestión a España, me surge el siguiente dilema: ¿podría pasar lo mismo con RTVE?


Mucho se ha hablado en los últimos tiempos acerca del déficit del ente público español, de los sueldos de sus trabajadores (caras visibles incluidas), de cuánto nos cuesta a los ciudadanos mantenerlo e incluso de la posibilidad de que vuelva la publicidad a TVE para superar el actual bache económico. Todo ello, unido al deterioro de la imagen de los programas informativos y al final o aplazamiento de ciertos programas de alto coste, han llevado a La 1, el estandarte de TVE, a sus peores niveles históricos de audiencia. Y por supuesto, este es un debate presente también en torno a los canales autonómicos.

Una de las posibles soluciones que se han planteado durante estos meses es la privatización de aquellos canales públicos que no sean capaces de subsistir como empresas públicas. En este sentido, la televisión murciana (7RM) fue privatizada en agosto de 2012 sólo seis años después de su fundación como televisión pública. También se rumorea o ha rumoreado sobre la futura privatización de Telemadrid o Televisión Canaria. De momento sobre TVE no hay más que quizás las opiniones a favor de una parte de la audiencia, pero nada oficial.

Otra de las vías de escape para el actual colapso económico de TVE podría ser la racionalización o reestructuración de canales. Se trata de una vía aplicada en los últimos meses en algunas de las corporaciones autonómicas. En Cataluña el 1 de octubre de 2012 el canal juvenil 3XL echaba el cierre y El 33, el canal cultural de Televisió de Catalunya, pasaba a emitir únicamente en las franjas de prime time, late night y madrugada, compartiendo su frecuencia con el canal infantil Super3, que sólo emite en el day time. Ese mismo día en Andalucía se reconvirtió Canal Sur 2 en una cadena que emite lo mismo que Canal Sur 1 pero con subtítulos y lenguaje de signos. Y en Televisión Canaria directamente se optó por cerrar el segundo canal el 31 de julio de 2012.

A esta última vía ya recurrió TVE cuando las alarmas todavía no se habían disparado. Cultural·es, un canal ideado para la TDT, fue abortado antes de que el sistema de transmisión terrestre llegase a toda España. La razón: “ajustarse a los tiempos económicos”. De modo que la programación diseñada para Cultural·es se trasladó a La 2, que se erigió todavía más como el canal cultural de TVE.

Hoy en día no resulta extraño oír o leer ciertos comentarios sobre la escasa necesidad de los canales públicos: “¿La 2? ¿Pero todavía existe?”, “¿Para qué sirve Teledeporte más que para los Juegos Olímpicos una vez cada cuatro años?”, “¿Y para qué se quiere Clan si ya hay otros canales infantiles?”. Los bajos niveles de audiencia de las cadenas que acabo de citar, junto con el coste que supone para el ciudadano mantenerlas, son el principal argumento de quién realiza estas preguntas al aire. Se trata de una postura que incluso defienden personajes de la esfera política española a raíz de la nefasta gestión de algunas de las televisiones autonómicas, gestión que de un modo más o menos directo recayó sobre ellos mismos o sobre colegas suyos.

Incluso hay quienes ponen en duda la validez de La 1 como canal público, justificando que ya existen multitud de canales privados que cumplen sus mismas funciones. En parte no les falta razón, pero la existencia de un ente público es (o debería ser) una garantía de calidad, de esa calidad que en múltiples ocasiones brilla por su ausencia en las cadenas privadas. Muchos parecen olvidar además la función de servicio público que ofrece (o debería ofrecer) TVE, ya no sólo en La 1 sino también en sus canales minoritarios, esos canales tan denostados (La 2, Teledeporte y el 24 Horas) y únicos por su contenido en la televisión en abierto en España.
No me imagino la televisión sin los canales públicos de TVE. E incluso sin mi canal autonómico público, la TVG. Espero que nunca lleguemos al extremo al que se ha llegado en Grecia. Lógicamente se podrían recortar gastos haciendo desaparecer nuestra radiotelevisión pública (la española y la autonómica) porque, la televisión, aunque da de comer a muchas más familias que las que parece, no es tan importante como mantener nuestra sanidad pública, nuestro sistema de pensiones o nuestro sistema educativo. Pero aun así el ciudadano debería hacer un esfuerzo y aportar su pequeño granito de arena monetario para sostener el sistema de medios de comunicación públicos. A modo de “compensación”, el ciudadano debe exigir unos parámetros de calidad en la programación de las cadenas públicas (esto también incluye atenuar lo máximo posible la manipulación informativa que tanto se está denunciando últimamente en TVE), así como exigir transparencia en la gestión y en la elección de los responsables de la radio y televisión para, de alguna manera, garantizar que los medios de comunicación públicos no sean los medios de propaganda del gobierno de turno, sino unos medios para la ciudadanía. Una radio y una televisión que echen mano del ingenio y la creatividad para ofrecer una programación atractiva y de calidad a menor coste que los medios privados.

martes, 11 de junio de 2013

AUDIENCIA MENUDA


Todo el mundo pensaba que la llegada de la TDT aportaría un toque de aire fresco a nuestra “caja tonta”. Todo el mundo pensaba que se trataría de una oleada de nuevos canales que diversificarían los contenidos y que se dirigirían a públicos específicos, como el infantil. Un público este muy preciado por los anunciantes por su alta impresionabilidad y que, sin embargo, en la actualidad se ve relegado a unos cuantos canales minoritarios.

Me refiero a ellos como canales minoritarios basándome en los datos que nos ofrecen los audímetros (datos cuya fiabilidad es discutible, no voy a entrar ahora en ese debate). Clan, Boing y Disney Channel constituyen la única oferta específica con la que cuentan hoy en día los niños (y los padres) en la televisión española en abierto. Fuera de este grupo dejo al canal Super3 (ya que únicamente emite en el ámbito catalán) y a segundos canales que emiten un número importante de horas de programación infantil (por ejemplo: la tvG2).

Los datos generales de audiencia de estas tres cadenas revelan varias cuestiones.

Fuente: www.formulatv.com

En primer lugar, se observa que las audiencias de este tipo de canales son bastante fluctuantes en función de la época del año. Alcanzan sus picos más altos en los meses de verano, precisamente cuando los niños tienen más tiempo libre. En el período que va de mayo de 2012 a mayo de 2013, el conjunto de estos tres canales alcanzó su mejor dato en julio de 2012 (un 6,7%). Asimismo, se observa un repunte en el mes de diciembre, el mes de la Navidad, en el cual Disney Channel, Boing y Clan sumaron un 5,9%. Resulta significativo el brusco descenso producido en el mes inmediatamente posterior a los períodos de mayor consumo televisivo infantil: tanto en octubre de 2012 como en enero de 2013 se registró un descenso de ocho décimas con respecto al mes anterior. Una bajada claramente motivada precisamente por la vuelta al cole.


Según los datos del Instituto Nacional de Estadística, en el año 2011 la población entre 4 y 12 años constituía un 9,04% de la población total de España. Suponiendo que este porcentaje poco habrá variado hasta el 2013, podríamos decir que alrededor de un 9% de los espectadores son público potencial de Clan, Boing o Disney Channel (lógicamente estos canales también son vistos por espectadores de otros grupos de edad, aunque en menor medida). No obstante, estas tres cadenas sumaron en el pasado mes de mayo un 5,1% de cuota de pantalla, cuota que se dispararía si sólo tuviésemos en cuenta al grupo de espectadores entre 4 y 12 años. Aun así, una audiencia menuda, tanto por su rango de edad como por su importancia dentro del amplio panorama televisivo actual. Cierto es que los porcentajes que nos ofrecen los audímetros no se deben tomar como una Biblia, que esos aparatos son una especie de convención televisiva que en realidad sólo nos orienta sobre los gustos de la audiencia. Pero ese 5,1% me llama la atención.

Partiendo de lo anterior, me pregunto ¿adónde va a parar ese 4% restante (un porcentaje cogido con alfileres) que no aparece en la media mensual de estos tres canales infantiles? ¿Qué es lo que ven los niños de hoy en día en televisión aparte de estos tres contados canales temáticos? Preguntas que adquieren más sentido si analizamos la televisión de hoy en día, en la que contamos con una amplia gama de canales que no ofrecen programación típicamente infantil.

Y es que lejos quedan ya los tiempos en el que las cadenas generalistas (las únicas que existían) inundaban de juegos y series de dibujos animados sus parrillas matinales de fin de semana. La 1 (en aquel entonces “La Primera”), Antena 3 y Telecinco, así como las televisiones autonómicas, luchaban por un codiciado segmento de audiencia, el de la audiencia infantil. Pero fue precisamente la irrupción de la TDT y con ella la creación de nuevos canales los que provocaron que las cadenas mal llamadas hoy generalistas eliminasen por completo la programación infantil de sus parrillas (una tendencia que ya venía de varios años atrás). A cambio, en la actualidad estos canales ofrecen informativos en las mañanas de días laborables y películas y reposiciones en las mañanas de fin de semana.

Soy consciente de que es prácticamente imposible que las cadenas grandes vuelvan a aquella práctica televisiva de hace no tantos años. Hoy la sociedad no consume televisión de la misma manera. Además, se asume que, a pesar de que una parte de la población infantil no sigue estos canales según los datos de los audímetros, los niños tienen sus canales de televisión específicos a las 24 horas del día. Una tendencia, a mi juicio, excluyente. ¿Por qué se ha despreciado de esta manera a la audiencia infantil?

De esta forma, preveo una larga vida para canales como Clan, Boing o Disney Channel que, si todo sigue como hasta ahora, únicamente entrarán en competencia entre ellos mismos y no contra canales mayores en audiencia. ¡Ellos se lo guisan, ellos se lo comen! Eso sí, en breve les saldrá un competidor a tiempo parcial ya que Atresmedia ha anunciado la creación de “Neox Kidz”, una nueva marca que aglutinará espacios infantiles para ser emitidos en Neox en las mañanas de sábado y domingo.